viernes, 25 de julio de 2014

Los hijos del dolor


         Las fotos que voy a poner me resultan bastante duras, y de hecho no me había atrevido a hacerlo hasta ahora.
         Los niños de Lorca recordaban de esta manera los terremotos de 2011, un año después de la desgracia. Imaginaos cómo recordarán las matanzas del verano de 2014 los niños de Palestina y de Israel.


















         Imaginaos lo que estarán sintiendo en estos mismos momentos todos esos pequeños que ven las bombas, los incendios, las muertes de seres queridos...
         Con una diferencia: de la desgracia que sufrimos los lorquinos no tuvo la culpa nadie. Yo no soy culpable de que mis hijos tuvieran que verse descalzos en un parque, rodeados de gente que lloraba. Como padre, hice lo que pude para evitarles el sufrimiento, y de hecho media hora después del 11-M ya estaban saliendo de Lorca con su madre.
         Los israelíes y los palestinos sí son culpables del sufrimiento de sus hijos.
         Y no voy a decir quién empezó primero, porque podríamos acabar echándole la culpa a las legiones romanas que obligaron a largarse a los judíos. Y, además, me importa tres pepinos.
         Pero sí quiero hacer otra reflexión: a lo largo de los dos mil últimos años, quienes humillaron, maltrataron, robaron y asesinaron a los hebreos no fueron precisamente los musulmanes.
         Los ghettos, las razzias, y todo el largo camino hasta Auschwitz es producto del odio de los cristianos hacia la raza deicida. El odio y las matanzas de los musulmanes comenzaron cuando los judíos regresaron en masa a Israel, de una manera que muchos musulmanes consideraron una invasión.
         El derecho de Israel a recuperar su Tierra Prometida choca con el derecho de los palestinos a permanecer en la tierra en la que llevan siglos y siglos. El proyecto de crear un Estado judío, la Partición, provoca una guerra que ganan los israelíes. Los asentamientos ilegales en zona musulmana provocan una Intifada que se responde con ataques con misiles, que a su vez hace que se multipliquen los mártires islamistas, lo que a su vez provoca la acción del Ejército israelí...
         Llega un punto en que no sabes qué fue antes, si el huevo o la gallina.
         Estamos viendo a mujeres israelíes defender el exterminio de las madres palestinas con sus hijos; judíos sentados en sillas en el campo aplaudiendo cuando ven caer misiles sobre colegios u hospitales. Palestinos lamentando que Hitler y Himmler se quedasen cortos en los campos de concentración...





         Tanto odio envenena incluso las conversaciones entre los que ni somos judíos ni musulmanes. Darse un paseo por las redes sociales acaba provocando náuseas al ver cómo algunos justifican lo que no es justificable, y como desean los mayores males, sentaditos cómodamente en su sillón.
         En cuanto a la ONU... está tan sometida a los intereses individuales de los países, y éstos se centran tanto en los intereses económicos de sus clases dirigentes, que hace mucho tiempo que dejó de ser esa reunión pacífica de pueblos libres, en aras del progreso mundial. En vez de un mapamundi, la bandera de la ONU debería llevar una balanza escorada con el signo del dólar.
         Lo único que es cierto es el dolor de los niños.
         Mirad de nuevo lo que se gesta en el interior de un niño que sufre.





         Si no lo resuelven de una vez, ese idéntico dolor se dividirá en dos odios diferentes: el judío que ha visto estallar el coche bomba de Hamás se secará las lágrimas y mirará con odio al palestino que llora al ver a su abuelito muerto por los misiles de Israel. Uno y otro se jurarán venganza... y así una vez y otra vez...
         Defiendes cosas como éstas y te llaman buenista, como si fuera un insulto. Te dicen que la equidistancia es culpable, porque no ves que, en realidad, los únicos terroristas son... y ahí, cómo no, acusan a sus enemigos. Ellos son los buenos, los que matan a los niños del vecino para defenderse, ya que el vecino en realidad no es una persona sino un monstruo.
         Si realmente existiera Dios, Yavé, Alá... debería coger a todos los que matan en su nombre y enviarlos al Infierno de cabeza.
         Israel y Palestina llevan ya tres generaciones perdidas por el dolor, la sangre y los escombros. En Lorca nos estamos recuperando; para ellos, cada día es la víspera de un nuevo terremoto. Un terremoto evitable.




        La Historia nos aporta ejemplos como la partición de la India y Pakistán. Tal vez deberían crearse dos Estados... pero Estados de verdad, con unidad territorial. Que sean viables. Del Pakistán Oriental acabó surgiendo el nuevo Estado de Bangla Desh, porque no podían concebirse dos mitades separadas por tantísimos kilómetros.
         Ves los mapas de Israel y Palestina, y te das cuenta de inmediato de que eso no es viable. Una franja costera en Gaza, más un trocito pegado a Jordania, más numerosas islas que Israel se va comiendo a su capricho. ¿No se podría llegar a un acuerdo, por ejemplo entregando Gaza a cambio de una franja suficiente en la zona del Golán, dependiente de Jordania?
         Los unos y los otros llevan setenta años tratando de exterminar al vecino y a sus hijos. Ya se está viendo que no lo conseguirán jamás. La pasividad internacional está ayudando a Israel a arrasar Gaza, pero no lograrán arrancarle la vida a todos los palestinos. Con que quede una docena, ya habrá una docena de mártires esperando a que pasen los autobuses escolares de Israel...
         Mis hijos duermen bajo las bombas, pero los hijos del vecino también. Y se quedan tan a gusto. Como aquel cuadro de Goya en el que dos gañanes metidos en sendos hoyos se daban de garrotazos en la cabeza.



         

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