martes, 6 de enero de 2015

Ya hay que ser imbécil


         Soy periodista con cerca de veinte años al pie del cañón. En abril de 2007 la productora GTM, concesionaria de los informativos de la televisión pública 7 Región de Murcia, me contrató para que les abriera la Delegación en Lorca y su área de influencia.
         Yo venía de trabajar en pequeñas productoras, de uno o dos plumillas y dos o tres cámaras; había grabado sobre todo sucesos, con cámaras Betacam de visor en blanco y negro, montando en mesas con las dos ruedas del Player y el Recorder que se paraban a puñetazos, y en alguna de aquellas productoras había llegado a trabajar con ordenadores de disco floppy, mandando las crónicas por fax. Tenía bastante experiencia en el desarrollo del oficio, pero estaba bastante atrasado en cuanto a los procedimientos técnicos.
         En mi primer día de trabajo, en los estudios de Murcia, me enseñaron cómo se manejaban los programas de edición. Había que abrir media docena de aplicaciones, meter una contraseña aquí, otra allá, buscar las imágenes, volcarlas en el programa de montaje, cortar las secuencias, subir o bajar el sonido, mandárselas al realizador, poner aquí un código, aquí un rótulo...
         Mientras Pedro Torres -un excelente compañero, ahora en Mazarrón- me iba dando los primeros apuntes, yo iba tomando notas como un desesperado. Para aumentar la tensión, estaba rodeado de periodistas que montaban sus noticias en las mesas de al lado, y escuchaba a mi espalda los preparativos de los presentadores, que en plazo de pocas horas iban a comenzar el informativo, en directo. Aquel primer día tuve el apoyo de Pedro Torres, que hizo el trabajo por mí.
         Al segundo día me dijeron que lo hiciera yo solo, para que me fuera soltando. Al fin y al cabo -dijeron, sin duda para tranquilizarme-, dentro de pocos días iba a estar yo solo al frente de una corresponsalía poco más grande que la provincia de Guipúzcoa.
         Aquel día no vi a Pedro, pero en la mesa de al lado, por suerte para mí, estaba Laura Monedero.
         Si sois murcianos o manchegos y os dedicáis a la comunicación, sin duda conocéis a Laura; si sois mínimamente competentes, seguro que aplaudís su manera de trabajar; y si sois buena gente, sin duda Laura tiene un hueco en vuestro corazón.
         Imaginaos la escena. Un individuo recién llegado a una empresa, en período de pruebas, con media docena de carpetas abiertas, dos programas de vídeo abiertos, el rumor de un informativo en cuenta atrás. En la mesa de al lado, una chica absolutamente estresada porque le habían encargado seis o siete piezas de Economía, densicas ellas. De pronto levanta la mirada, mira a un desconocido que está paralizado delante de su monitor, sudando tinta, y le dice, con voz calmada:
         - Amigo Antonio, ¿te pasa algo?
         No sólo se había molestado en saber mi nombre; es que ahora se quitaba los auriculares, los dejaba sobre su teclado y se sentaba a mi lado, interrumpiendo todo el follón que tenía encima, para explicarme con paciencia: esta carpeta se abre así... hay que cerrar esta otra... las imágenes están aquí, el sonido se graba así, y luego hay que hacer esto y esto y esto...
         Tras lo cual volvió a sentarse en su silla y a pelear contra el reloj, para que sus propias noticias llegaran a tiempo para el informativo.
         Y llegaron, no me jodas. Y en un momento dado aún tuvo tiempo para lanzarle a su amigo Lorenzo una especie de oveja de peluche que tenía encima de su mesa. Con una de esas sonrisas contagiosas.
         Como el día en que se echó a reír en pleno informativo.
         Todo comenzó por una noticia mía sobre unas obras en el municipio de Puerto Lumbreras. Yo estaba acostumbrado a un tipo de programas, digamos, de tono amarillo. Cuanto más friki, más audiencia. De manera que a la hora de preguntarle a los lumbrerenses, me quedé con los que me dieron las respuestas más pintorescas. Un tío que se parecía a Cañita Brava. Otro que tartamudeaba. Otra que no sabía lo que era una rambla. Y otra que quería una rambla para bajar a la Farmancia. Y yo creo que fue lo de la Farmancia lo que hizo que Laura, que era la presentadora del telediario, empezara a balbucear: Como ven, hay opiniones para todos los gustos, antes de soltar la carcajada, que remató con un puñetazo en la mesa.


Duelo de titanes: Laura y el periodista deportivo Iván Gómez

         Aquello no terminó así. Los compañeros de Ingesta, siempre dispuestos a inmortalizar los momentos épicos, seleccionaron el vídeo y lo difundieron por el correo interno de la empresa. Mi cámara, Óscar Peña, y yo, nos caímos al suelo de la risa. Tras haberlo visualizado una docena de veces, cogí el teléfono y llamé a Laura con absoluta seriedad.
         - Laura, no veas la que has montado en Puerto Lumbreras. El alcalde dice que te has reído de ellos, y que ni se te ocurra venir al pueblo a grabar.
         Laura descompuesta, sin saber si reír o llorar... pero optando finalmente por la risa.
         - ¿Y qué hago?
         - Mira, te doy el teléfono del Ayuntamiento y pides hablar con el alcalde...
         Le dicté el teléfono fijo de mi delegación, colgué y esperé.
         El teléfono sonó a los dos minutos.
         - Ayuntamiento; dígame...
         - Sí, hola, quería hablar con el gabinete de prensa...
         - ¿Quién es?
         - Bueno, soy Laura Monedero...
         - ¿Usted es la persona que se ha reído de los de Puerto Lumbreras?
         - Oiga, que yo no... -un silencio breve, y luego una voz incrédula, de persona a quien no es tan fácil metérsela doblada-. Antoñico, ¿eres tú? ¡Eres un cabronazooooo...!
         Como digo. Gran persona. Gran periodista.
         Y ahora, la televisión de Castilla-La Mancha se ha permitido despedirla. De la noche a la mañana. En las fiestas navideñas.
         Tras haberle pedido permiso, voy a reproducir el mensaje que colgó en su muro de Facebook, no tanto para protestar como para desahogar la pena que tiene dentro, porque a las personas justas como Laura Monedero la injusticia les duele el doble.
         Os dejo con ella:

         No es muy elegante despedir a alguien de su trabajo el día de Nochevieja. Y menos elegante si, después de comunicarle que por cuestiones técnicas no se renovará su contrato, le estrecha la mano deseándole una buena entrada de año.
         Una imagen digna de película.
         Justo en ese momento, empezaría a sonar la música. Entraría de vacío y me iría acompañando todo el recorrido hasta abandonar el amplio y luminoso edificio del Ente Público Radio Televisión Castilla-La Mancha, en Toledo.
         Podría servir de banda sonora la cancion The blower's doughter de Damien Rice. El sonido de los violines serviría de transición para salir al exterior, montar en el coche, arrancar y limpiarme las lágrimas... las he podido contener hasta el final. Igual que haría la protagonista de esa secuencia digna de película. Con la visión del coche alejándose saldrían los créditos. Dando a entender el final de una etapa y comienzo de otra.
         En la vida real, ya sin música, no lloraba por quedarme sin trabajo. ¡Qué va! En este año he perdido cosas más importantes. A Jorge, uno de mis mejores amigos, y a Pedro, el mejor amigo de mi padre y si me apuras mi segundo padre. También he ganado otras... mi hermana ha salido victoriosa de su duelo con la muerte.
         Si ponemos todo en una balanza, lo que menos pesa es el trabajo. Me ha dolido perderlo, pero en su justo precio. Lo que más me ha indignado ha sido la manera en la que me han echado. Y es que no es muy elegante despedir a alguien en Nochevieja y decirle no hace falta que vuelva usted mañana y no porque sea Año Nuevo, ya que me tocaba guardia.
         No ha sido muy elegante esperar al último día del año, aunque ese día se cumpliera mi contrato. Esas también son cuestiones técnicas que se podían haber tenido en cuenta. Cuestiones técnicas que se podrían haber solventado con avisar con un poco de antelación, no sé, quizá una semana... No es muy elegante presionar para que vaya a Toledo haciéndome creer que había que aclarar asuntos económicos. Y cuando estoy allí, ante mi cara incrédula, echarme en cara que no reconozca su buen gesto. Le tendría que haber dado las gracias por el detalle de despedirme mirándome a los ojos. Le hubiera agradecido mejor una llamada. Me habría evitado un viaje con carreteras heladas y mucha incertidumbre en la garganta.
         Pero si quiere que le dé las gracias, yo se las doy... al igual que también le he felicitado el año antes de que se cerrara la puerta de su despacho y la música subiera a primer plano.
         Comienzo esta nueva etapa con optimismo. Imagino que conforme pasen los meses se me irá gastando. Y lo sé, porque otros más válidos que yo me han precedido en el camino. Le pediré un hueco a mi amigo Álvaro Pintado en su HabitáTculo del Parado (...) Igual, Álvaro, comienzo yo también un blog. No será tan maravilloso como el vuestro, pero me ayudará a sacar esta profesión que llevamos dentro.
         Me voy tranquila. Porque si de algo estoy segura es que en esas cuestiones técnicas ha tenido mucho que ver la objetividad. Ser tozuda, como buena tauro, y seguir mis principios hasta el final.
         Me voy tranquila porque mi trabajo se habrá acabado, pero mi dignidad ha quedado intacta a pesar de haberme puesto en más de una ocasión contra las cuerdas. Vosotros pensáis que habéis ganado la batalla. Seguid pensándolo, porque es absurdo convencer al necio. De qué me vale intentar explicarle al Director Financiero que no le voy a reconocer su gesto, si ni siquiera sabe que no es muy elegante despedir a alguien el día de la Nochevieja.
         ¡Feliz año a todos! No os preocupéis, que estoy muy bien. Y, por cierto, vuelvo a estar en el mercado de invierno. Me duele volver a dejar a compañeros, a los que echaré de menos. Algunos ya éramos amigos, pero lo hemos sido más en esta segunda etapa. Gracias por tanto apoyo. Ha habido de todo estos tres años, risas y lágrimas... pero más lágrimas de la risa. Gracias por hacerme llorar riendo tanto.

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         Bueno. Ya lo veis. A la puta calle, en plenas fiestas navideñas, sin un día de preaviso y haciéndola desplazarse desde Albacete hasta Toledo en pleno temporal. Así se valora a los trabajadores. Así se valora a la propia empresa, porque me puedo imaginar el ambiente que se habrá quedado en la redacción de la tele manchega ante tamaño despropósito.
         Y, así y todo... un auténtico artículo periodístico lleno de educación, cargado de dignidad. Poniendo los puntos sobre las íes, propinándole un ZAS en toda la boca al sujeto que la ha echado.
         Y con un mensaje positivo: Sigo estando en el mercado de invierno. Sigo estando al pie del cañón, con ganas de informar, formar y entretener. De prestar un servicio público a los ciudadanos.
         Desde que Laura Monedero colgó su artículo, muchas decenas de compañeros le han dado su apoyo, como periodista y como persona. Yo he querido sumar el mío. Y es que ya hay que ser imbécil para echar a la calle a Laura Monedero.
         Laura: mientras alguien con más luces se fija en ti, esperamos con ansia que abras ese blog. Necesitamos leer tu análisis lúcido de la realidad. Y queremos echarnos unas risas con tus historias, pijo. Estoy tratando de indignarme mientras escribo este artículo, pero tengo delante tu imagen y no puedo dejar de sonreír. La vez que cruzaste corriendo la frontera con Marruecos porque se te escapaba el entrevistado sin hablar, y casi acabaste en una prisión marroquí... y la noche del 11 de mayo de 2011 en que nos llamaste a Lorca, casi entre lágrimas, para ver si a mí, a Óscar y a nuestras familias nos había pasado algo.
         Un abrazo a ti y a tu familia, a la espera de verte en el próximo telediario. Eres un ejemplo para muchos de nosotros.

Antonio.
         

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